Tal como narra Carlos Mercado, nacido y criado en la zona, quien siguió el desarrollo agrícola en  la zona fue Vicente Manrique, quien arribó desde San Juan en el año 1955 aproximadamente. Tenía  chacra y traía gente de todos lados a trabajar, fundamentalmente cuadrillas de San Juan, porque  en la zona no vivía mucha gente; se sembraba mucha cebolla y tomate. No había tanto viñedo. Los  parrales se desarrollaron luego. Como no había electricidad, los pozos funcionaban con motor a  gasoil. Se lo recuerda como “muy buen pagador” y que siempre compartía con los obreros siendo  “una persona muy humilde y que ayudó mucho”. Murió hace unos años atrás.  

Por los años 70’, hubieron dos negocios al estilo de almacenes de ramos generales: el almacén  de Doña Porota y el almacén de Fortunato Manrique. Carlos Corso, hijo de doña Porota, Olga  Amalia Arias, tiene 70 años y llegó a la zona cuando habían unas pocas casas. Cuenta que su  madre le compró a Oscar Mendoza e inició el emprendimiento en el año 1972 como kiosco que se  veía solitario en el medio de un gran terregal salitroso, porque en ese entonces recién estaban  levantándose las fincas. Allí vendía bebida, alimentos, zapatillas, ropa. Tenía un metegol también,  y como era el único que había en la zona, por la tarde-noche todos los muchachos venían a reunirse  allí. Por ese entonces no había electricidad; utilizaban las lámparas a querosén primero, luego a  gas. También en esos tiempos, Armando Medina se encargaba de repartir la carne en carretela;  cuando llegaba se ponía a tocar la guitarra; le decían “el hachurero”.  

Carlos Corso conoció a Oscar Mendoza, puesto que trabajaba para él. Fue quien hizo la calle 8, y  al respecto recuerda que Oscar Mendoza tenía una topadora que funcionaba a nafta y recuerda esa  calle especialmente porque en aquellos tiempos Oscar Mendoza era enfático con la afirmación “soy  el dueño desde aquí hasta el límite con San Juan”. Isidro Chacón, de 72 años, también ha sido de  los primeros que habitaron el lugar y que conocieron a Oscar Mendoza.  

Los lugareños remarcan que la vida social transcurre en el club, donde la gente se junta a jugar a  las cartas además de acercarse a los partidos de fútbol los sábados y domingos.