LUGARES DE MEMORIA Y PAISAJES

Asunción cuenta con gran cantidad de bosques de chañares y varios médanos (llamados localmente “bordos”) con ramblones, es decir, reservorios de agua de lluvia. Cada ramblón lleva el nombre del médano y viceversa. 

Ramblón Tintihuilí
Ramblón Tintihuilí

Los bordos, como les llaman a los médanos, es donde se asentaban los Huarpes en tiempos pasados.

Los bordos, como les llaman a los médanos, es donde se asentaban los Huarpes en tiempos pasados. Por ello, en muchos de ellos, siempre se encuentran restos líticos y cerámicos así como trocitos de caparazón de quirquinchos que las familias originarias cazaban y comían allí. Entre algunos de los médanos se puede mencionar a Sameauta, Ñutan, Canempe, Tintihuilí, El Tunal, Alto de Las Tunas, Las Tunas, El Carnero, El Escondido, Las Pirguas, Las Flores, Alto de la Fidela, Alto de la Capilla, Alto del Chuquía, El Punzón. La mayoría de los médanos llevan nombres de antiguos caciques, personas que habitaron allí; también referencian objetos y acontecimientos significativos. Todos los puntos naturales tienen significaciones culturales.  

En la mayoría de los médanos hay restos de cerámica Huarpe, hornos, y puntas de flechas y material lítico de deshecho, lo que en conjunto le llaman “picaderos”; también hay vestigios de antiguas viviendas. Lamentablemente la mayor parte del material arqueológico ha sido hurtado, como hornos, vasijas y puntas de flecha. Solo se registran restos triturados y alguna punta de flecha aislada. Las pisadas de animales son las que han destruido buena parte de las vasijas de cerámica.

Vista desde el Médano El Tunal
Vista desde el Médano El Tunal
Médano y Ramblón Ñutan

Camino al punzón hay una extensísima zona cubierta de restos cerámicos de color rojizo triturados y prácticamente disueltos por las corridas de agua. Esto hace que en varios puntos la tierra se vea de color rojizo.

Médano El Punzón

En tiempos antiguos, las laderas de los médanos han sido los lugares elegidos para emplazar las viviendas, dado que así se protegían de las crecientes de agua y los vientos. Estas viviendas han sido chozas de quincha, ramadas de cuero – las llamadas tolderías- y casas de adobe.  Así, en la actualidad se registran varias taperas y tales como la tapera de Sayanca (la cual actualmente pertenece a la comunidad Huarpe de El Cavadito), la tapera del Carnero, el nicho de El Indio, las taperas de la zona sur tales como Las Pirguas; todos ellos lugares rodeados de material lítico, como puntas de flecha y material cerámico, restos y trozos generalmente pequeños de vasijas.  Las taperas son restos de estructuras de palos y paredes de adobones; el material cerámico tosco, es de color marrón rojizo, con líneas geométricas en algunos casos.

En tiempos antiguos, las laderas de los médanos han sido los lugares elegidos para emplazar las viviendas, dado que así se protegían de las crecientes de agua y los vientos

La zona sur de Asunción es una zona con taperas, puestos y aguadas muy antiguas.  Reúne alrededor de 10 puestos y uno de sus ingresos es por la finca La Escondida. En esta zona se encuentra el médano y el ramblón Las Pirguas.

Las Pirguas refiere a las tolderías que allí habían. Las pirguas son chocitas de forma triangular o rectangular confeccionadas para vivir; las hacían con cuero o con algarrobo, chilca y barro. En la actualidad se preservan apenas algunos vestigios, partes de las estructuras de palos.

Tal como narran los nativos y las nativas, las taperas de las Pirguas han sido todas de “los indios”. Según narran allí vivía mucha gente, y todos trabajaban en la chacra. Toda esa zona han sido trigales que llegaban hasta San José, y esos trigales eran trabajados por los Huarpes a través de canalizaciones que hacían del río Mendoza. Hasta hace poco tiempo incluso llegaban a percibirse los surquitos. Hoy se encuentran restos de esas canalizaciones que se llaman “ríos secos”; todos esos ríos secos se dirigen y desembocan en las taperas. Tal como narra María Rosales, del puesto “Cañadita del medio”, “acá era puro río, había mucha agua, por ello los indios hacían mucha chacra con canales”.

Toda esa zona han sido trigales que llegaban hasta San José, y esos trigales eran trabajados por los Huarpes a través de canalizaciones que hacían del río Mendoza.
Hasta hace poco tiempo incluso llegaban a percibirse los surquitos
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Cerca del puesto Cola Mora se encuentra el nicho de El Indio; éste es un esqueleto completo que los nativos y nativas identifican como un antepasado Huarpe. La gente nativa narra que el indio “grita”, a modo de llamado, momento en que se acercan al lugar a prenderle velas. Otro lugar que se menciona es “El Torito”, donde se cuenta vivía un hombre solo. Lo mismo de La Aguada de la India, cerca de Las Guaquinchay, donde también vivió una india sola, que quedó sola porque mataron a toda su familia en las persecuciones y correrías de fines de siglo XIX.

También se preservan antiguas aguadas, que son excavaciones amplias hechas a los fines de proveer agua subterránea a los animales.  Quedan rodeadas de médanos y su fondo es de greda, lo que permite que el agua quede conservada sin filtrarse por un tiempo largo. La aguada se hacía con rastrón tirado por mulares. Entre estas aguadas se mencionan como significativas la Aguada de Las Liebres, Aguada Nueva y la Aguada de la India. La primera se referencia como el lugar donde el diablo peleó con un hacendado, el hacendado del nicho de la cruz negra; lugar además rodeado de taperas donde vivían originarios. Se cuenta que allí a esa aguada bajaba toda la hacienda a tomar agua; la segunda, refiere a la aguada donde se cuenta vivió una india tiempo atrás, sola, puesto que fue la única sobreviviente en toda su familia de las correrías y matanzas que fueron frecuentes hacia fines del siglo XIX; quien ha relatado esta historia ha sido Honorato Gonzalez.

Una aguada muy antigua y grande es la aguada de Las Tunas, cerca del médano y ramblón Las Tunas, en cuyos alrededores también se encuentra material cerámico antiguo fragmentado color marrón y gris y restos líticos.  Aquí se ha emplazado un puesto, el puesto de Estanislao Aguirre, que tiene más de 100 años.

Otro sitio histórico es la antigua huella a San José, llamada también “Camino Viejo”. Entre los sitios vinculados a la historia colonial se encuentra la capilla de Asunción.

Capilla de Asunción

También se preservan en la comunidad sulkys, un carro, dos camiones (uno canadiense, de Rulo Guardia y un Chevrolet modelo 38’, que era del padre de Ricardo Jofré, don Isidro Jofré), bicicletas, baúles, una plancha a brasa, un tv muy antiguo.

Estación ferroviaria El Alpero

 La estación ferroviaria “El Alpero” perteneció al ramal General Belgrano, el cual fue cerrado por el año 1993.  Se construyó en el año 1922 y funcionó aquí hasta el año 1979 (en este año se clausuró la estación). Por aquí pasaban trenes de pasajeros y trenes de carga. Además de su importancia respecto al transporte de pasajeros y transporte comercial, funcionó como sede de la primera escuela de Asunción.

Estación Ferroviaria El Alpero

Este era el ramal más largo del país que se dirigía hacia el Norte hasta Bolivia. Los trenes salían de San José, Guaymallén (estación Mendoza), en la esquina de Mitre y Godoy Cruz,  donde hoy se emplaza el Centro Cultural Le Park. Por Lavalle, el trayecto continuaba por la estación El Vergel, seguía a Paramillo, luego a la estación km 1032 (Costa de Araujo), luego Estación Moluches (California), luego estación San Pedro, luego El Alpero, luego estación km 976 (San José) hasta llegar a la estación Resurrección en Lagunas del Rosario.

En términos de comunicación y transporte fue fundamental, puesto que en la zona no había caminos. En el tren de carga se despachaba en los vagones madera, leña y carbón, que en conjunto traían en carros a la estación.

A esta estación y en ese mismo tren de carga llegó el primer mobiliario que consagraría la inauguración oficial de la escuela en el año 1958. La estación ferroviaria El Alpero fue el lugar donde empezó a funcionar la escuela por primera vez y donde arribaron los primeros maestros quienes viajaban en tren también. El tren era el medio de transporte de maestros y maestras.

Los inicios de la escuela en la estación ferroviaria

 Mico cuenta que por los años 50’ no había escuela, que la gente con 8 a 10 años no sabía leer ni escribir. Un día, por el año 1956, un hombre que trabajaba en la estación, Antonio Perez, que apenas tenía la primaria terminada, se ofreció a ensañarles a escribir y a leer. Para ello, utilizó la mesa de la cocina de la estación y los niños y niñas utilizaban los papeles del ferrocarril. Las clases se dictaban por la mañana, 4 horas. Pese a que no era oficialmente “un maestro”, Mico lo recuerda como muy posicionado en su rol de enseñanza, como muy estricto, para quien aquel que no aprendía la lección merecía penitencia. Recuerda que cuando se acercaba el tren, debía interrumpir su presencia, pero les dejaba tareas para hacer. A los niños y niñas que en esos años 1957-1958 estudiaron así, de esta manera, y en este lugar, Mico se refiere como la “generación de la estación” (11 niños y niñas nacidos y nacidas entre el 45’ y 48’) quienes son Mico Jofré, Isidro Jofré, Raúl (“Rulo”) Guardia, Domingo Lucero, Carlos Alberto Lucero, Margarita Barros, Carlos Gonzalez, Irma Gonzalez, Isidora Gonzalez, Anibal Abendaño y Celfa Gonzalez.

Luego por el año 1957, llegó Guillermo Galesi, quien a la lecto-escritura le sumó la enseñanza de matemática. En este momento el alumnado aumentó de 11 miembros a 19 y se habilitó el galpón. Allí se ubicaban tablones con ladrillos y cada uno llevaba 2 ladrillos para sentarse y un tablón para poner los cuadernos. Mico cuenta que esta persona fue denunciada por utilizar la estación para enseñar, cuestión que armó todo un revuelo con jefes y escribanos pero que finalmente no concretó ninguna sanción. Así, dadas las circunstancias, Galesi le comentó a quien entonces era intendente de Lavalle, Peñafort, quien resolvió colaborar para levantar la escuela oficialmente. Así, se acercó el director general de escuelas y trajeron cuadernos y lápices, los cuales fueron los primeros útiles que tuvo la escuela. Mico recuerda que el director general de escuelas prometió una pelota de futbol; promesa que nunca cumplió.

La escuela se formalizó finalmente en el año 1958, cuando el tren de carga despachó pizarrón, bancos, sillas y escritorio y cuando tuvo su primera maestra oficial, Carmen Boblio Ponce, quien arribaba en tren desde la ciudad. Aquí en la estación se dispuso de dos habitaciones: una para la maestra (quien llegaba el lunes y se retiraba el sábado) y la otra para las clases.

Allí se organizaban fiestas con frecuencia, para el 25 de mayo, para el 9 de julio, y otras. Cada familia llevaba chivo, empanadas; se armaban grandes peñas con guitarreadas y “comedias gauchescas”.

La escuela se trasladó al edificio actual en la década del 70’.

Antiguo Almacén de Ramos Generales/Boliche/Cantina de Agustín Guardia

Agustín Guardia nació en el año 1901 y murió en el 1983. Antes de emplazar el boliche, que empezó como almacén de ramos generales, repartía los productos en carretela. Compraba la mercadería en el Almacén Rodríguez de Gustavo André y salía a venderla en carretela por los puestos llegando hasta San Miguel. En el año 1942, cuenta Rosa Guardia, “se hizo la casita” con el almacén de ramos generales donde se vendía productos muy variados: mercadería, bebida, forraje para animales. La gente venía a caballo y hacían noche allí, por lo cual don Agustín hizo construir un galpón para hospedaje. La gente de los puestos traía cueros para vender y Agustín compraba madera y la vendía en las fincas. También vendía el cuero en La Barraca, en Mendoza.

Rosa afirma “por aquí ni se podía andar, era todo madera”. Venían una vez por mes con los carros cargados de madera y se juntaban a tomar allí. Los viejitos como los nombra Rosa tomaban sentados afuera o en el mostrador, hasta tres días seguidos y quizás más. Ente ellos menciona a Florencio Pizarro, Ramón Oviedo y a Feliciano Arce. Se tomaba vino, caña y grapa. 

Frente del antiguo Almacén de Ramos Generales.

Rosa Guardia recuerda que a todos los que venían a comprar les cocía y ataba las “bolsas arpilleras” al caballo. El azúcar se envolvía en papel. La bolsa venía de 50 kilos y la de harina, de 70 kilos. La bolsa de harina era un lienzo grueso que luego se reutilizaba como mantel y sábana. El aceite, la yerba, el café, todo venía en lata. Rosa Guardia aún conserva las antiguas latas, las cuales, se recuerda, eran reutilizadas como candiles de vela. Este almacén fue sede del primer televisor en el lugar, que fue de Don Agustín Guardia, padre de Rulo y Rosa Guardia. Allí se reunían a ver boxeo y novelas, todos sentados en el piso.

Carreros

En Asunción, como en toda la zona del campo, han existido carboneras: varias en los alrededores del puesto El Picaso y otra en el puesto/estación El Alpero. Aquí el último que hizo carbón fue Rosa Bruno, por el año 1967-68.

Por el año 1939, cuando se estableció un obraje grande de extracción de leña en El Cavadito, muchos nativos de Asunción fueron a trabajar a allí. Uno de ellos fue el padre de “Mico” Jofré, Lorenzo Jofré, quien guardó incluso fotos posando con Salazar, propietario del obraje. También Rulo Guardia trabajó en la extracción de leña por la zona de El Diamante.

Han habido muchos carreros. Entre ellos se puede mencionar a Angelino Gonzalez y a Tiófilo Lucero. Angelino tenía un carro con 6 mulares. Su hija Tránsito Gonzalez recuerda que se iba a las hachadas para el lado de los médanos. Ella le ayudaba a Angelino a hachar y a juntar la leña. Con el carro juntaban la leña en un mismo lugar y luego los camiones la buscaban. En Asunción se encontraba lo que se ha llamado “la planchada”.

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