LA PEGA
Reseña Histórica
La Pega es un paraje que se creó a principios del siglo XX. Era un lugar de mucho tránsito desde la villa cabecera hasta Guaymallén. En un tiempo tuvo un matadero de animales y un tambo, el tambo San José, propiedad de Andrés Sevilla, del cual hoy quedan algunos vestigios. Tal como lo recuerda Don Ortega, este tambo se ubicaba por el callejón Sevilla, también llamado La Riojana.
En aquellos tiempos habían muy pocas casas. La gente cargaba los carros en Guaymalllén con mercadería para todo el mes. En la esquina de calle Lavalle y la ruta había un Almacén de Ramos Generales y Bar, el almacén de doña Juana Puebla, donde “los viejos iban a tomar algo y donde también se comía”, narra Eduardo Navarrete; el “boliche de doña Juana”, le decían. Queda el recuerdo del primer colectivo de Lavalle, el cual llegaba a La Pega.
El origen del nombre del distrito como “La Pega” tiene interpretaciones distintas: una sostiene que como los hombres llegaban a pasar tres días allí en el bar y en la cantina del club jugando a las cartas, timbeando, las “viejas” decían “ya se pegaron ahí, ya se van y se pegan ahí”. Los carreros se quedaban a comer y tomar en el matadero y también “se pegaban” ahí. La otra versión refiere al camino, que por el tipo de camino, los carros “se pegaban ahí”. Según cuenta Navarrete “los viejos decían que era todo un pantano y que por eso se quedaban atascados; de allí nombraron al lugar primero como “la pegajosa”, hasta que luego quedó “La Pega”. Coincidente con la primera historia, Canselmo cuenta que este lugar era “mal visto” socialmente, porque se entendía que era un espacio cargado de “vicios”, un prejuicio discriminatorio común respecto a los espacios sociales populares que hoy se va revirtiendo.
Según cuenta Navarrete “los viejos decían que era todo un pantano y que por eso se quedaban atascados; de allí nombraron al lugar primero como “la pegajosa”, hasta que luego quedó “La Pega”.
Entre las familias nativas de la zona se encuentran Masoero, Navarrete, Canselmo, Navas, Siliprandi, Palet. Las personas de mayor edad que viven actualmente son Elia Tallura (90 años), Clemente Agüero (86 años), Chicha Navarrete (81 años), Antonio Navarrete (77 años), Nilva Escuero (75 años) y Eduardo Navarrete (72 años).
El distrito cuenta con escuela -primaria, secundaria y cens- biblioteca, destacamento policial, sala de primeros auxilios, playón deportivo, un pozo comunitario (Red de agua La Pega”), una asociación de vivienda (“Jardín La Pega”) que nuclea unos 80 socios y un club, el “Club Social y Deportivo La Pega”. Sus paisajes se destacan por el verde de los viñedos y una bella vista hacia la montaña.
El Club Social y Deportivo La Pega fue fundado en el año 1941 por Antonio Navarrete. En él se reúnen personas a jugar a las bochas y las cartas terminando con el clásico “asadito”. Aquí Daniel Canselmo, encargado del mantenimiento de la cancha ha relatado que las canchas en sus inicios eran sólo ramadas techadas con cañas y rodeadas de árboles y verde. El sector de la “pista” y el “escenario” se usaba para las fiestas de casamiento. Allí también funcionaba la “radio-teatro”. En este entorno, realmente un espacio social, se congregaba la población local dedicada al trabajo en las fincas y con los animales.
La biblioteca funcionó al principio en una casa de familia, en la casa de una maestra muy respetada, Miriam Sanchez, hoy fallecida. Esta maestra fue quien impulsó la creación de un aula satélite del CENS, la cual hoy lleva su nombre. Con el tiempo se armó una comisión, entre cuyos miembros se encontraba Ema Tallura, se consiguió unos conteiners y se pudo inaugurar el edificio propiamente dicho. La biblioteca se llama “El bosque de los libros”. El edificio actual se inauguró hace unos años atrás.
Además del autoservicio, sobre el margen de la ruta se destacan dos despensas/boliches, donde además de comprar la gente trabajadora se sienta a tomar algo: el kiosco “El Rancho” de Romina Retamales y la “despensa Ana” de Patricia Gauna
La Pega desde historias de vida…
Las dos personas de mayor edad que viven actualmente son Elia Tallura (91 años) y Ema Hilda “Chicha” Navarrete (81 años). Los padres de Chicha nacieron y crecieron en La Pega; su padre asistía las estufas a leña de toda la zona. El padre de Elia Tallura era de origen árabe, migró desde Turquía a los 19 años y se casó con una joven criolla de apellido Moyano con quien tuvieron 17 hijos, dos de los cuales fallecieron tempranamente. Elia Tallura se casó con Augusto José Navarrete y se quedó junto con él para trabajar las fincas de Navarrete. El padre de Augusto Navarrete, Antonio Navarrete, fue quien fundó el club de La Pega. “Este pueblo es de los Navarrete”, enfatiza doña Tallura; tal es que el callejón que abrieron lleva su nombre.
Uno de los referentes del distrito es Nilva Escudero, de 75 años. Vivió 15 años en la bodega Donati; trabajó allí etiquetando vinos y champagne. Trabajó 34 años como celadora en la escuela. Su esposo, Orlando Sanchez, trabajó en la bodega toda la vida, unos 35 años. Ella es escritora y como tal ha escrito numerosos poemas y cuentos de manera individual y en forma colectiva con escritores de Lavalle. Nilva tiene algunos recuerdos e incluso una foto del antiguo matadero, al que según cuenta, llegaba gente de todas partes y se quedaban hasta tres días jugando a las cartas y a la taba. El matadero según narra fue de Verón, quien tuvo 21 hijos.
Según cuenta Nilva la primera directora maestra de la escuela Francisco Arias fue Lucila de Torres, quien además trajo a la Virgen Inmaculada Concepción de Jesús, a quien llamó a venerar. Lucila de Torres compró un terreno a Clement para hacer edificar su casa donde funcionaría el correo, por los años 40’. El 18 de diciembre de 2005, en una mística procesión encabezada por los familiares de la sera Lucila de Torres y vecinos de La Pega entronizaron a la virgen en su lugar definitivo, al costado de la ruta n° 24.
Nilva Escudero es la madre de Miriam Edith Sanchez, conocida como Violeta, quien lamentablemente falleció tempranamente. Ella fue quien creó la biblioteca. La biblioteca comenzó a funcionar en la cocina de su casa; allí le daba clases a los chicos de manera totalmente gratuita; también editó dos libros. Su trabajo fue acompañado y seguido por Verónica Bajach.
Nilva recuerda que los bailes los hacían en la casa de Masoero, donde había una vitrola; el domingo era matinée. El domingo a la tarde se juntaban y las chicas preparaban buñuelos o algo dulce para comer. Cuando la vitrola fallaba, Miguel Masoero, dueño de la casa, tocaba el acordeón
Otra referencia histórica es Eduardo Navarrete, de 72 años. Además de guitarrero reconocido se ha dedicado a la cría de caballos. Según afirma, como guitarrero en conjunto con el “negro” Sierra “les ha ido muy bien”; han tocado y cantado en peñas y festivales. Además su padre, Antonio Navarrete, fue elegido como presidente del club; junto con Masoero compraron el lote para hacer el club. Antonio Navarrete tenía 24 hectáreas de finca. Fue uno de los primeros en tener televisor por lo que siempre se juntaban en su casa “a ver la tele”.
El padre de Augusto Navarrete, Antonio Navarrete, fue quien fundó el club de La Pega. “Este pueblo es de los Navarrete”, enfatiza doña Tallura; tal es que el callejón que abrieron lleva su nombre.
Según cuenta Eduardo Navarrete, su padre junto con el cuñado de éste, Ramón Palet, se intercambiaban las fincas adquiridas por herencia familiar, porque Palet le reclamaba que cosechaba más caudal de uva. Todos en esos tiempos elaboraban su propio vino, así, Antonio Navarrete llegaba a hacer hasta 18 bordalesas de vino, unos 200 litros.
Eduardo Navarrete siguió con la finca de su padre pero diversificó su trabajo; fue tomero y luego se dedicó de lleno a la cría de caballos. “No quería ir a la escuela, boté todo y me dediqué a andar en las carreras de caballo”, afirma. Su caballo “Poncho” ganó 68 carreras. Por ello, su familia sostiene: “ese caballo nos dio de comer el año entero”. Las carreras se hacían en distintos lugares. Recuerdan al camión que llevaba al caballo lleno de gente que quería verlo. Tanto se identificaba a la familia Navarrete con el caballo, que hasta a su hija la apodaron “Poncha”.
Navarrete cuenta que se jugaba mucho a la timba. La cantina primero comenzó en una casa de familia y luego se trasladó a la cantina del club. El pueblo era muy unido, afirma, y se jugaba mucho al fútbol, a las cartas; se juntaban todas las noches.
Recuerda que hasta los años 70` la ruta era todo enripiado y que la calle la regaban a balde. El micro que pasaba por el lugar era la línea 31; contaban sólo con 2 micros a la mañana y 2 micros a la tarde para ir a ciudad de Mendoza. “Viajar al centro era una fiesta y si perdíamos el micro, nos teníamos que quedar hasta la tarde”, sostiene Laura Navarrete. Otro recuerdo que mantienen es el de Reynaldo Alonso concejal demócrata, quien sostienen, ayudaba a todos, era muy solidario y no tuvo el reconocimiento merecido.
Todos los domingos se reunía toda la familia en la casa cabecera de los Navarrete. De ahí se iban a la cancha de la Pega o en camión cuando se jugaba en otros clubes; se iban por todo el día. En el club no hacían ni reuniones políticas ni reuniones religiosas; el hermano de Eduardo, Antonio “Tito” Navarrete fue el único que llegó a primera.
Antonio “Tito” Navarrete tiene 77 años y vive con su esposa Teresa Luconi de 70 años. Recuerda que en la zona había sólo seis casas. Menciona que los bailes también se hacían en la familia Sánchez donde había pista, venían circos y había metegol. Según su relato, el primer negocio en La Pega fue de Benito Sanchez; toda la gente se paraba y comía allí; venían en carros y se quedaban tomando. Los Navarrete fueron los fundadores de la zona; tenían toma propia y por ello mismo una hijuela lleva su nombre, Navarrete. Según cuenta Antonio, por los años 1959 Luconi, Sanchez y Laudecina, fueron los que trajeron la luz.
Como parte de la tradición local, se suma el protagonismo de María Luisa Navarrete, de 79 años. María Luisa también recuerda y reconoce con vehemencia a su padre y se enorgullece de su protagonismo como reina de la Pega en el año 1961.
Otro de los habitantes de mayor edad es Juan Carlos Ortega, quien tiene 80 años. El vive en la zona desde los 9 años, arribando su familia a la zona el 9 de julio de 1951 para trabajar en la finca de Batagion. Su papá se radicó allí como contratista.
Navarrete cuenta que se jugaba mucho a la timba. La cantina primero comenzó en una casa de familia y luego se trasladó a la cantina del club. El pueblo era muy unido, afirma, y se jugaba mucho al fútbol, a las cartas; se juntaban todas las noches.
MATRIZ PRODUCTIVA
Su matriz productiva es centralmente agrícola, combinándose la vitivinicultura con la horticultura. También se producen frutales, como ciruela y durazno.
La Pega cuenta con dos granjas avícolas: Granja Manreta y granja avícola “Cachito Aranda”. Además hay una granja pequeña a modo de emprendimiento familiar de venta de huevos caseros. También hay una familia que produce y vende miel y tilo. Recientemente se ha inaugurado un criadero de cerdos con planta de elaboración de alimento balanceado.
También hay una bodega, la bodega Mastropietro, a cargo de Miguel Mastropietro, quien continuó lo iniciado por su padre, Aldo Mastropietro. La bodega se encuentra emplazada sobre una finca de 45 hectáreas. Produce 800.000 litros anuales que se venden a granel o por reparto. En su frente se luce un jardín con un museo abierto de maquinarias antiguas.
Además de las dos granjas avícolas, hay una granja-tambo familiar que cuenta con vacas, cabras, ovejas y gallinas dispuesta en la finca Martinez, la cual tiene 30 hectáreas. Este emprendimiento familiar se encuentra al mando de Mabel Tolaba y Juan Martinez. Este emprendimiento familiar impulsa una producción muy variada, incluyendo vid, huerta, frutales (ciruela y durazno) y huevos caseros. Elaboran queso, ricotta, yogur, dulce de leche, salsa de tomate y conservas en general.
CASONAS Y FINCAS ANTIGUAS
La Pega conserva algunas casonas de finca antiguas, algunas de más de 100 años de antigüedad. Una de ellas es la de la familia Masoero; otra la de la familia Fuentes; y otras algo más recientes.
Entre las casonas antiguas se encuentra la que en algún momento se emplazó dentro de la finca de Sevilla, luego comprada por una familia italiana, luego por la firma Formentol y finalmente heredada a través de título supletorio por Lucía Ester Mazzieri, madre de quien hoy reside en el lugar, Diego Mazzieri, e hija de Dino Mazzieri, quien, por los años 1930 arribó al lugar para trabajar como contratista. La finca tiene 56 hectáreas, las cuales formaban parte de las 1700 que tenía Sevilla.
Según narra Diego, su abuelo le contaba que ya por los años 30’ la casa era un burdel. A unos metros de esta casona grande hay otra vivienda donde cuenta, vivían las mujeres que trabajaban en el burdel. Eran unas 10 a 15 mujeres. Su abuelo frecuentaba el lugar porque como señala Diego, era “timbero” y le gustaba jugar a las cartas. A este burdel, narra, venían en carretela a jugar las cartas, a la taba, a tomar y a tocar la guitarra y no faltaban en ocasiones “cuchilladas” que dejaban algún muerto. Es más, su abuelo le contaba que el que moría, era enterrado en el sótano de la casa.
A este lugar refiere un poco una de las versiones sobre el nombre La Pega; y es que por su ubicación venía gente de muchos lugares distintos y “se pegaban” al lugar, se quedaban “timbeando”.
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